Serie: Barrios antiguos de Mérida, diálogos entre sus casas

En mi andar fotográfico, me he ido dando cuenta que es el entorno mismo el que me va dictando qué fotografiar, y cómo hacerlo. Esto ha sido claro particularmente en mi experiencia con dos ciudades que recorro con frecuencia: México y Mérida. En la primera, la vida urbana se ha vuelto mi foco principal de interés: recorrer las calles buscando situaciones en las que las personas que habitan sus calles muestren un aspecto íntimo de su vida, un “estar” que revele un aspecto esencial de su existencia. He intentado realizar fotos con este enfoque en Mérida, pero no lo he logrado aún. Se supondría que en Mérida me sería más fácil encontrar estas situaciones, dado que es mi ciudad de origen, pero no ha sido así. Quizás porque la familiaridad con la que observo a las personas en la calle me impide captar algo esencial. 

La gente de Mérida se me revela no tanto a través de sus rostros y actitudes, sino de la fisonomía de la ciudad misma. Durante años he fotografiado fachadas de casas. Al principio las tomaba casi por no dejar pasar la oportunidad de documentar algo que había llamado mi atención, pero con el tiempo me he dado cuenta que es a través de la observación de las fachadas que se me revela una parte esencial de mi ciudad, de su pasado y de mi propio pasado. En particular, llaman mi atención las fachadas de las casas-habitación de los barrios antiguos de la ciudad, esas casas planas que comparten paredes, que son la mayor parte de las casas de los barrios antiguos, exceptuando quizás algunas de los barrios de Santiago y de La Ermita.

Construidas una al lado de la otra sin dejar un espacio vital ni siquiera al paso del viento, o bien resultado del fraccionamiento de una casona del siglo XVIII o XIX, las fachadas son una especie de huella digital de la historia de sus habitantes, una huella que han dejado sobre estructuras sumamente simples (una o dos puertas, una o dos ventanas, algún balcón), a las que le han vertido sus gustos estéticos. Éstos muestran por un lado, su adhesión a un sector social y a una tendencia arquitectónica imperante en el momento, pero también un toque distintivo, ya sea por la búsqueda de lo original, o de lo funcional. Las huellas muestran también la historia de la ciudad a través del deterioro y el abandono de las casas, por una parte, y del auge de la gentrificación actual, por la otra. En la serie de fotos que les comparto muestro casas contiguas cuyas fachadas revelan historias, a veces paralelas y a menudo contrastantes, de sus habitantes, en una especie de diálogo callado, pero intensamente revelador, de la historia y esencia de la sociedad meridana.